jueves, 10 de febrero de 2011

La luz del verdero rostro

Con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Vida Religiosa y de la festividad de la Presentación del Señor en el tiempo, nuestro Papa, Benedicto XVI, dirigía unas palabras realmente sabias y que dan pistas en nuestra joven vida sobre la razón fundamental por la que servimos al mundo desde la vocación de nuestra vida consagrada.

"El icono evangélico de la Presentación de Jesús en el templo contiene el símbolo fundamental de la luz; la luz que, partiendo de Cristo, se irradia sobre María y José, sobre Simeón y Ana y, a través de ellos, sobre todos. Los Padres de la Iglesia relacionaron esta irradiación con el camino espiritual. La vida consagrada expresa ese camino, de modo especial, como «filocalia», amor por la belleza divina, reflejo de la bondad de Dios (cf. ib., 19). En el rostro de Cristo resplandece la luz de esa belleza."

Así, descubrimos entonces que nuestra mayor misión, nuestro sentido más profundo como vida religiosa joven, radica precisamente en ser ese rostro de Cristo resplandeciente de la luz de Dios, irradiar una Vida que nos envuelve y a la vez inunda. Nuestro trabajo es, y ha de ser, el de la misión concreta que el Espíritu con fuerza y sabiduría suscitó en nosotros, pero aún superándolo, aún rebasándolo; la misión única y siempre nueva de llevar ese rostro palpable de Dios a quienes, tal vez, no tienen siquiera la suerte de creer.

Como siempre, te invitamos a leer el texto completo (aquí) y a que puedas orar con el mensaje de nuestro Papa. ¡Somos una Iglesia que irradia resurrección!

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